28 noviembre, 2010

Reseña de cine: Dune.

Título: Dune.
Dirección: David Lynch.
Guión: David Lynch (basado en la obra de Frank Herbert).
Reparto: Kyle MacLachlan, Sting, José Ferrer, Max Von Sydow, Dean Stockwell, (...).
Duración: 145 minutos.
Género: Fantástico, Ciencia-ficción, drama.
Año: 1984.

Desde hace un tiempo vengo repasándo a ratos muertos la filmografía de David Lynch. Una actividad peligrosa, cercana a los límites de la cordura, pero interesante, a fin de cuentas, ya que lo que este tipo te hace sentir en cada una de sus películas viene a ser lo más parecido a un viaje de LSD cinematográfico. Hay viajes buenos y verdaderas paranoias. En el caso de Dune, nos encontramos ante uno de sus viajes menos experimentales, más normalitos. Basado en el libro de 1964 de Frank Herbert, Dune, que obtuvo todo lo obtenible dentro de la ciencia-ficción fantástica, Lynch levantó este intento por llevar la saga al cine. Por desgracia, el batacazo fue mayúsculo en su día, y el intento se quedó en eso (hay seis novelas más después de Dune). Con el tiempo, sin embargo, la película se convirtió en una obra de culto, y mucha gente como yo acabó revisándola con mejor animo. Para esta película he de lamentar no haber leído el libro, así que mis comentarios se ceñiran en exclusiva a la adaptación.

La película nos situa, como cabría esperar, en un futuro muy, muy lejano (unos 10000 años), en el que el universo conocido se halla aglutinado en un Imperio del que el Paddishah Shaddam IV de la casa Corrino es el regente absoluto. El imperio está dividido en feudos-planeta, entre los que destacan la casa Atreides y la casa Harkonnen; además, dentro del imperio, otras sociedades importantes juegan con los poderes feudales, como la Hermandad de las Bene Geserit, una mujeres con poderes mentales que llevan a cabo un plan de mejora genética del ser humano, y la cofradía de navegantes, los únicos capaces de plegar el espacio para realizar los viajes interestelares. El sostén del imperio, su economía y todo su poder gira entorno a una sustancia: la especia Melange. Esta sustancia (un paralelismo claro con el petroleo) permite alargar la vida y plegar el espacio para los viajes. El único problema que tiene la especia, es que sólo existe en un planeta en el universo conocido, y ese planeta es Arrakis, también conocido como Dune. Dune es un sistema ecológico único y hostil, ya que todo el planeta está compuesto por un gran desierto. Dentro de este desierto, en las zonas de arena, unos gusanos de enorme tamaño dificultan la explotación de especia. Dune, además, es el planeta natal de los Fremen (o free men, hombres libres), un pueblo de humanos con los ojos azules (por la exposición a la especia), y en él nunca llueve.

La película tiene por objeto la lucha de poder que se establece entre las casas por el dominio de la especie Melange. Como bien dice el barón: "Quien controla la especia, controla el universo". Shaddam IV ve en la casa Atreides a una amenaza para su dominio, ya que su feudo natal es una gran fortaleza inexpugnable. Es por ello, que el Paddishah se alía con la casa Harkonnen (rivales declarados de los Atreides) para cerrar una trampa sobre su enemigo común. El cebo será entregar Dune a los Atreides para que estos se encargen de la explotación de la especia, y así se vean obligados a salir de su feudo. La obra tiene como héroe a Paul Atreides, hijo del duque Leto Atreides y de su concubina preferida, Dama Jessica, una Bene Geserit.

A pesar del paso del tiempo, la película tiene un aroma a producto bien hecho, los efectos especiales, sin ser lo más espectacular nunca visto (ni siquiera en 1984) cumplen su función sin resultar escandalosamente malos. La historia, sin embargo, resulta muy compleja y enrevesada, demasiado para una sola película, incluso de esta longitud. En todo momento, se tratan de resumir acontecimentos y antecedentes con largas conversaciones y discursos en Off, que ahorran en dinero y tiempo pero ralentizan la acción y saturan la cabeza. Demasiados datos soltados de golpe, pero la historia se acaba comprendiendo, eso sí, con menos profundidad que una lectura calmada donde se desmenuce lo que va ocurriendo. Las actuaciones no sobresalen en ningún caso, pero tampoco salen mal paradas. Todos están a la altura. La cara de Kyle MacLachlan (en el papel de Paul Atreides) me resulta poco expresiva, y esporádicamente me daba la sensación de que no se creía lo que se suponía que debía estar viendo. Tampoco el papel daba para mucho más. El despliege imaginativo es grande, pero los personajes resultan bastante planos, sus conflictos, demasiado obvios y de previsible recorrido. El ambiente de la película sí merece un aplauso. El vestuario es extraño, único, y algunos de los decorados son muy originales, siempre teniendo en cuenta su época. El barón Harkonnen es repelente como pocos, y Sting está estupendo, aunque la verdad es que su papel es escueto, casi anecdótico.


En resumen, una película que merece la atención de los aficionados a la ciencia ficción cuyo sabor añejo no resulta cargante. La historia épica tiene buena factura, aunque es comprensible porque no acabó de funcionar en su día. Aunque repito que no leí el libro, creo que el ambiente respeta a la novela original, por lo que Herbert puede descansar tranquilo. La mano de Lynch se nota en algunos detalles terribles, como la cara del barón o la atracción insana que tiene hacia su sobrino. Después de haber visto algo de la miniserie que se produjo en fecha más reciente sobre esta misma historia (en el año 2000), me sigo quedando con esta película. La otra atufa a telefilm barato, y las actuaciones son horribles.

2 comentarios:

  1. Deberían producirla de nuevo, aprovechando la tecnología de hoy y respetando los libros de Frank Herbert, más que ciencia ficción tuvo una visión de las actitudes humanas, repetidas exponencialmente en el universo infinito.

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